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20 ago 2012

ARTROSIS

La artrosis es una enfermedad degenerativa articular que afecta, esencialmente, al cartílago hialino que recubre la superficie ósea de las llamadas articulaciones sinoviales (rodilla, cadera, articulaciones de las manos…). Lejos de ser un proceso estático, la artrosis se produce por un desequilibrio entre los mecanismos de regeneración y degeneración de dicho cartílago. Como consecuencia de un grupo heterogéneo de factores, se produce una alteración del metabolismo del condrocito que conlleva un adelgazamiento del cartílago, asociado a cambios óseos regenerativos, que, en conjunto, determinarán las manifestaciones clínicas de la enfermedad que veremos más adelante.
En algunos textos traducidos del inglés se confunde el término "osteoarthritis" con "artritis", cuando realmente se refiere a la "artrosis". Esto produce confusión y algunos pacientes creen que padecen "artritis", cuando en realidad sufren de "artrosis". Es recomendable vigilar este aspecto cuando se leen paginas mal traducidos del inglés.
En España, más de un tercio de la población mayor de 60 años padece artrosis, siendo la enfermedad reumática más prevalente. Aunque es considerada una enfermedad "banal" en la percepción popular, lo cierto es que es causa de dolor y alteraciones importantes de la funcionalidad en muchos casos.
El reumatólogo, que es el médico del aparato locomotor es el profesional adecuado para el diagnóstico y tratamiento de la artrosis que afecta en España a más de 7 millones de personas y que es la causa más frecuente de incapacidad laboral.
¿Cuáles son sus causas?
La lesión inicial en la artrosis se localiza en el cartílago articular, que es un tejido monocomponente, es decir, formado por una sola célula, el condrocito, que segrega una matriz extracelular que dota al cartílago de especiales propiedades de elasticidad y resistencia. Este tejido es dinámico y tiene procesos de construcción y destrucción que, cuando se desajustan, favorecen el desarrollo de la artrosis.
El hueso que está justo por debajo del cartílago, llamado "hueso subcondral", también parece tener un importante papel, aun no precisado, en el origen de la artrosis.
Una alteración genética en la mitocondria (organela encargada de la producción de energía en las células), parece ser una de las causas genéticas de la artrosis (enlace externo a la cita), lo que parece confirmar que existen personas genéticamente predispuestas a sufrirla. Así, el haplogrupo (conjunto de haplotipos) U, en pacientes con artrosis de rodilla, serían los más predispuestos a la destrucción del cartílago, en tanto que los que tienen el haplotipo J, estarían protegidos frente a la misma. Esto se debería a que las personas con haplogrupo J producen menos radicales libres de oxígeno. Al parecer, las personas con artrosis, producen menos SOD2 (Superoxido dismutasa mitocondrial), que se encarga de destruir los radicales libres.
A diferencia de los que siempre se piensa, la artrosis es más frecuente en climas cálidos, ignorándose si existen factores genéticos ligados a la actividad mitocondrial, que influyan en esta selección.
¿Cuáles son los síntomas?
El síntoma fundamental es el dolor, de inicio insidioso, profundo y mal localizado, que típicamente aumenta con el movimiento y mejora con el reposo. Conforme avanza la enfermedad, el dolor se hace continuo y puede aparecer hasta en reposo. Puede aparecer, además, rigidez articular agravada después del reposo. Las deformidades articulares aparecen a lo largo de la evolución de la enfermedad como consecuencia del aumento del componente óseo y capsular. A la exploración física se aprecian estas deformidades así como una limitación de la movilidad con dolor a la presión, chasquidos y crepitación de la articulación afecta. La radiología en las fases iniciales puede ser normal, aunque lo más típico es observar un estrechamiento del espacio articular asociado a esclerosis ósea y aparición de osteofitos marginales (prominencias óseas). No existen alteraciones de laboratorio específicas de la artrosis.
¿Quién puede padecerla?
Se trata de la enfermedad articular más frecuente en la actualidad, con tendencia a aumentar en relación con el envejecimiento de la población. Se calcula que afecta a entre un 1 y un 2 por ciento de la población, con predominio del sexo femenino y una marcada asociación con la edad. Por debajo de los 55 años, la afectación articular es similar en hombres y mujeres. Por encima de esta edad, la articulación más frecuentemente dañada es la cadera en los hombres y las articulaciones de las manos en las mujeres. Por encima de los 65 años un 20 % de personas tiene síntomas de artrosis en las manos y un 30 % en las rodillas.
¿Cuál es el tratamiento?
El manejo de la artrosis está centrado en el tratamiento de sus manifestaciones clínicas y, en menor grado, en su prevención. La posibilidad de efectuar un tratamiento etiológico empieza a tener unas bases teóricas.

Tratamiento sintomático:

El objetivo deberá ser aliviar el dolor, reducir al máximo la progresión de la enfermedad y evitar en lo posible la incapacidad funcional; por otra parte debe instituirse para cada paciente de forma individual, teniendo en cuenta los distintos factores etiopatogénicos en cada caso (evitar la sobrecarga articular, control de la obesidad…).

Dentro del tratamiento no farmacológico, la fisioterapia juega un papel muy importante para mantener la fuerza muscular y la movilidad articular. Se debe planificar un programa de ejercicios para cada enfermo. De forma complementaria, la electroterapia (onda corta) y la termoterapia (calor local) pueden ayudar a aliviar el dolor. Los aparatos ortopédicos pueden ser útiles en determinados momentos de la evolución de la enfermedad para permitir cierto reposo articular y evitar daños mayores como desviaciones, bloqueos o caídas.

El tratamiento farmacológico incluye las infiltraciones intraarticulares con corticoides y el uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), que controlan el dolor, empleando siempre la dosis mínima eficaz. Los AINE tópicos pueden ser útiles, como apoyo al tratamiento, en articulaciones superficiales. Si el dolor no remite con AINE y limita de forma considerable la actividad diaria, debe considerarse la utilización de Tramadol, ya sea solo o asociado a Paracetamol.
El tratamiento quirúrgico debe ser indicado por el reumatólogo e incluye diferentes procedimientos. Primero, si es factible la osteotomía (con el fin de evitar la distribución irregular de cargas), que aliviará el dolor y limitará probablemente la progresión de la enfermedad. Si no es posible, habría que considerar la artroplastia o sustitución de la articulación por una prótesis, muy útil en la cadera y la rodilla.
El equipo facultativo del Instituto Ferran de Reumatología, bajo la dirección de los reumatólogos, está en disposición de ofrecerle los más modernos enfoques terapéuticos y preventivos para la artrosis.

Para frenar la evolución de la enfermedad, se han ensayado dos tipos de fármacos, los de efecto sintomático de acción lenta (SAL) y los llamados condroprotectores. Entre los primeros se encuentra el condroitín-sulfato o el ácido hialurónico, que alivian moderadamente el dolor semanas después de su aplicación, con lo que se consigue disminuir el consumo de AINE.
En los últimos tiempos han aparecido fármacos que parecen modificar el curso de la enfermedad (SYSADOA -Symptomatic Slow Acting Drugs in Osteoarthritis-), como por ejemplo la Diacereína, el Ácido Hialurónico, el Condroitin Sulfato y el Sulfato de Glucosamina. Su efecto se inicia después de 2-3 semanas de tratamiento y persiste entre 2 y 6 meses tras cesar su administración (efecto remanente). Las guías clínicas más recientes, cuestionan su utilidad.
También es destacable la técnica de lavado articular, que permite, en muchos casos, un significativo alivio del dolor por periodos prolongados con una técnica sencilla y económica.
En el futuro, los fármacos inhibidores de los radicales libres, selectivos, serán una importante opción de tratamiento.
Mención especial merecen las revolucionarias técnicas de regeneración del cartílago que se aplican en nuestra Unidad de Terapia Celular y se consideran experimentales. Estas técnicas promueven la renovación del cartílago y se prevé el trasplante de condrocitos, procedentes de células madre, en un futuro próximo.

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